El Cuidado como Derecho Humano
La CIDH y la Valoración Económica que Transforma el Derecho de Familia
La reciente opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) marca un hito en la evolución del derecho, al reconocer el cuidado como un derecho humano autónomo y, fundamentalmente, al insistir en la necesidad de su cuantificación económica. Este avance doctrinario no es un mero concepto teórico; es una herramienta jurídica vinculante que redefine las obligaciones estatales y tiene un impacto directo en el litigio diario, especialmente en el derecho de familia argentino.
El tribunal interamericano establece que el derecho al cuidado posee una triple dimensión: el derecho a cuidar, a ser cuidado y al autocuidado. Al hacerlo, desmantela la idea de que las tareas de cuidado —históricamente feminizadas e invisibilizadas— son un acto de amor sin valor patrimonial. Por el contrario, la CIDH afirma que este trabajo sostiene la economía y el bienestar social, y su falta de reconocimiento constituye una forma de discriminación estructural.
Para los profesionales del derecho en Argentina, esta perspectiva refuerza y da un marco de derechos humanos a lo ya dispuesto en nuestro artículo 660 del Código Civil y Comercial de la Nación, que establece que las tareas cotidianas del progenitor que cuida a los hijos tienen un valor económico y son un aporte a la manutención.
La doctrina de la CIDH nos obliga a ir más allá:
Argumentar con mayor solidez: En reclamos de compensación económica, cuota alimentaria o daños, la opinión de la Corte es un fundamento de peso para exigir una valoración justa y real del aporte que representa el trabajo de cuidado.
Exigir políticas públicas: Impulsa a que los Estados, incluido el nuestro, desarrollen sistemas y métricas (como las "cuentas satélite de cuidado") para medir el aporte de este sector al PBI, visibilizando su importancia macroeconómica.
Transformar la mirada judicial: Fomenta que los jueces adopten un enfoque de género y derechos humanos, reconociendo que la distribución desigual de estas tareas es una causa directa de la feminización de la pobreza y una barrera para el desarrollo profesional de las mujeres.
En definitiva, dejar de tratar al cuidado como un concepto abstracto y comenzar a cuantificarlo es el paso indispensable para alcanzar una justicia real y equitativa en las relaciones familiares.